“PETER PAN.– No estoy triste. Pero no consigo pegarme a mi sombra.
WENDY.- Yo te la coseré para que no se vuelva a escapar.
PETER PAN.- ¿Qué es coser?
WENDY.- ¿No lo sabes? A ver, siéntate aquí. A lo mejor te duele un poquito.
PETER PAN.- Yo nunca lloro.
WENDY.- ¿Cuántos años tienes?
PETER PAN.- No lo sé, pero soy muy joven. Me escapé casi el día en que nací.
WENDY.- ¿Que te escapaste? ¿Por qué?
PETER PAN.- Porque oí lo que papá y mamá decían que sería cuando fuera mayor. Cuando me hiciese un hombre. Y yo quiero ser siempre un niño y pasármelo bien. Así que me escapé un día del jardín de infancia y hasta ahora he vivido entre las hadas.
WENDY.- ¿Conoces a las hadas?
PETER PAN.- Sí, pero ya están casi todas muertas. (Ante la sorpresa de Wendy). Verás, Wendy, cuando el primer niño se puso a
reír por primera vez, la risa se partió en mil pedazos que se desperdigaron por todas partes, y ése fue el principio de las hadas. Y ahora, cuando nace un nuevo niño, su primera risa se convierte en un hada. Así que tendría que haber un hada por cada chico y por cada chica.
WENDY.- ¿Tendría que haber? ¿Es que no las hay?
PETER PAN.- ¡Ay, no! Ahora los niños saben demasiado. No tardan nada en dejar de creer en las hadas, y cada vez que un niño dice “No creo en las hadas”, en algún lugar un hada cae muerta”.
Extracto de la obra teatral “Peter Pan” (James Matthew Barrie, 1904)