«Después llegó la hora de los hombres y yo hice la guerra como los demás hombres.
En los tiempos en los que estaba en la artillería al mando de mi batería en el frente norte, una noche en que la mirada de las estrellas en el cielo palpitaba como la mirada de un recién nacido, mil fogonazos salidos de la trinchera contraria despertaron de pronto los cañones enemigos, lo recuerdo como si fuera ayer.
Yo oía los disparos pero no las explosiones (…) Apagan las estrellas a golpe de cañón, las estrellas morían en el bello cielo de otoño como se apaga la memoria en el cerebro de esos pobres viejos que intentan recordar.
Nosotros moríamos allí la muerte de las estrellas.
Y en el frente tenebroso con sus lívidas luces solo podíamos decir desesperados: Han asesinado incluso las constelaciones”.
Fragmento de la obra de teatro «Las Tetas de Tiresias» (1917)