«Os declaro formalmente que no me someto a mi infelicidad ni doblo la cerviz ante el destino ni pacto con él, como hacen muchos de mis semejantes. Tengo la osadía de desear la muerte y desearla por encima de todas las cosas, con tanto ardor y tanta sinceridad, como creo firmemente que pocos la apetecen en el mundo. No os hablaría así si no estuviera perfectamente convencido de que, llegada la hora, los hechos no van a desmentir mis palabras. Porque aunque yo no vea aún el fin de mi vida, tengo en lo profundo de mi alma la impresión, casi la seguridad, de que mi hora no está muy lejana. Estoy demasiado maduro para la muerte. Me parece demasiado absurdo e increíble tener que durar aún cuarenta o cincuenta años (con tantos me puede amenazar la naturaleza) cuando me siento como muerto espiritualmente, y concluida en mí, en todos sus aspectos, la fábula de la vida. Esta sola amenaza me estremece. Pero como nos sucede con todos los males que vencen, por decirlo así, la fuerza de la imaginación, todo esto me parece un sueño y una ilusión imposible de realizar. Es más, si alguien me habla de un porvenir lejano como cosa que me pertenece, no puedo menos que sonreír para mis adentros; tan grande es mi confianza en que el camino que me queda no es largo. Este único pensamiento, puedo decirlo, me sostiene.
Libros y estudios que a veces me sorprendo de haber amado tan intensamente, grandes proyectos y esperanzas de gloria e inmortalidad, son cosas de las cuales he dejado hasta de reírme. De los planes y esperanzas de este siglo no me río: deseo para ellos con toda el alma la mejor ventura. Alabo, admiro y honro sincera y profundamente toda buena voluntad; pero no tengo ninguna envidia a los descendientes ni a los que hayan de vivir largo tiempo. En otros tiempos envidié a los tontos, a los estúpidos, a los que tienen gran concepto de sí mismos. Gustoso me hubiera cambiado por uno de ellos. Hoy ya no envidio ni a los tontos, ni a los sabios, ni a los grandes ni a los pequeños, ni a los débiles, ni a los poderosos. Envidio tan solo a los muertos y únicamente por ellos me cambiaría. Toda imagen placentera, toda idea del porvenir que yo me forjo, que vive en mi soledad y me sirve para pasar el tiempo, se refiere tan solo a la muerte, y no se aleja de ella.
En este deseo, los recuerdos y los sueños de la niñez y el pensamiento de haber vivido inútilmente ya no me perturban, como solían. Si alcanzo la muerte, moriré tan tranquilo y contento como si nunca hubiese esperado y deseado otra cosa en el mundo. He aquí el único beneficio que puedo conciliarme con mi destino. Si me ofreciesen por un lado la fortuna y la gloria de César o de Alejandro Magno, limpias de toda mancha, y por otro morir hoy mismo y tuviese que elegir, diría: ‘¡Morir hoy!’ No quisiera ni tener tiempo para decidirme”.
“Últimas Palabras De Tristán A Un Amigo” («Opúsculos Morales”, 1827)
Me parece sano integrar la muerte en la vida de uno/a o incluso desearla. La presión de la sociedad «moderna» por alargar la vida, cueste lo que cueste, es decir, a costa de sufrir Alzheimer, una ceguera y aislamiento, por ejemplo, es otra de esas absurdas estrategias que pretenden someternos a los «ideales» de consumismo salvaje y explotación. Este autor dice «basta ya; ya he hecho todo lo que tenía que hacer; ahora quiero paz, eterna»
Bonito pensamiento pero por razones que nada tienen que ver con la logica y si con el instinto, los cuerpos se agarran a la vida con desesperacion, incluso en los peores momentos. Imagino que el miedo es el gran protagonista de nuestras vidas y es un cambio tan radical pasar de la vida a la muerte!….Seria hermoso tener la certeza que ya has hecho todo lo que tenias que hacer en este mundo y partir con la dignidad de un guerrero, pero hasta con la demencia senil uno se agarra a su patetica existencia de dodotis.
Como admiro estas palabras tan sinceras.
Lamentablemente yo me aferro a ese mal llamado esperanza, sabiendo con certeza que la muerte me espera, y que la esperanza no es más que una fantasía»llena de vida» que alarga mi vida hacía la ilusión, pero que desemboca en la desesperación.
Antes también podía envidar a ricos, millonarios poderosos, gente que embriagada de placer busca aún más satisfacción hasta quedar satisfechos, para finalmente volver en desespero en busca de un nuevo encuentro con aquel círculo vicioso que busca inútilmente evadir la» fatalidad» de la vida. En mi caso estoy envidiando a los muertos, que pasaron por aquel proceso de aniquilación, de dolor, de insatisfacción, ese proceso que celosamente es protegido por la vida y que no nos permite escapar tranquilamente hasta la muerte… Espero pronto poder escapar a los celos de la vida, y finalmente reunirme con es sueño eterno que tanto anhelo.
Yo también soy de esos que envidian a los muertos, a los que yacen bajo la tumba y que quedan sólo en el recuerdo (y en algunos casos ni eso) de sus más cercanos. Pero eso es lo de menos, incluso eso sobra, porque tampoco tengo interés en que me recuerden, no soy tan soberbio como para pensar de esa manera.
Me recuerda un poco a esa famosa «carta de Akutagawa a un amigo» donde en su juventud deseaba ser Dios. Al igual que él, en mi juventud deseaba muchas cosas, incluso envidiaba y a veces por destellos lo sigo haciendo, pero saben, desde hace tiempo, incluso antes de encontrarme con estas palabras de este filósofo, ya pensaba en ello, ya tenía un atisbo de ese deseo tentador de intercambiarme con aquellos que «ya no existen», puesto que más allá de los placeres, las satisfacciones extremas, aquellos éxtasis que te hacen desear más y más y quieres repetir, llega un momento en que te cuestionas ¿Por qué? Y al final como por ahí leí, es el deseo lo que anhelamos, no la satisfacción per se, pues al fin y al cabo el deseo de tener esto, el deseo de tener lo otro, ello es lo que nos hace tener la esperanza de seguir viviendo, pero ya para finalizar mi comentario, prestándome todos los placeres eternos, una vida eterna de placeres terrenales (porque los celestiales me son naturalmente inconcebibles), preferiría la muerte. Y no por creer como los musulmanes que mi buen comportamiento me llevara hacía las 72 vírgenes o que en el cielo me espera algo mejor, sino simplemente por el hecho de no sentir ya nada… abandonarlo todo.