“Por encima de estanques, por encima de valles, de montañas y bosques, de mares y de nubes, más allá de los soles, más allá de los éteres, más allá del confín de estrelladas esferas,
Espíritu mío, te mueves con agilidad y, como un buen nadador que se deja llevar por las olas, surcas alegremente la inmensidad profunda con un gozo indecible y potente.
Vuela bien lejos de estos mórbidos miasmas; sube a purificarte en el aire superior y bebe, como un puro y divino licor, la luz clara que inunda los espacios limpios.
Por encima de los hastíos y los grandes pesares que abruman con su peso la neblinosa existencia, ¡feliz aquel que puede con alas vigorosas lanzarse hacia los campos luminosos y serenos!
Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras, emprenden libre vuelo por la mañana hacia los cielos ¡que planea sobre todo, y entiende sin esfuerzo, el lenguaje de las flores y de las cosas mudas!”
Charles Baudelaire – «Elevación» («La Flores Del Mal», 1857)