“Todos ustedes están acusados; levántense. El orador no puede hablarles si no están ustedes de pie.
¿Qué hacen ustedes aquí, hacinados como ostras serias? Porque ustedes son serios, ¿no es así?
Serios, serios, serios hasta la muerte.
La muerte es cosa seria, ¿eh?
Uno muere como un héroe o como un idiota, que es lo mismo. La única palabra que no es efímera es la palabra muerte. Quieren ustedes la muerte para los otros.
A muerte, a muerte, a muerte.
El dinero es lo único que nunca muere, se va sencillamente de viaje. Es Dios, aquel al que se respeta, el personaje serio – dinero respeto de las familias. Honor, honor al dinero: el hombre que tiene dinero es un hombre honorable.
El honor se compra y se vende como el culo. El culo, el culo representa la vida como las patatas fritas, y todos ustedes que son serios, todos ustedes huelen peor que la mierda de vaca.
DADÁ, por su parte, no huele a nada, no es nada, nada, nada.
Es como sus esperanzas: nada.
Como sus paraísos: nada.
Como sus ídolos: nada.
Comos sus políticos: nada.
Como sus héroes: nada.
Como sus artistas: nada.
Como sus religiones: nada.
Silben, griten, rómpanme la cara, ¿y luego?, ¿luego qué? Una vez más diré que son ustedes unos imbéciles. En tres meses, mis amigos y yo les venderemos nuestros cuadros por algunos francos”.
“Manifesto Caníbal Dadá”. Leído en público por André Breton durante la velada Dadá del Teatro de la Maison de l’Oeuvre (París) el 27 de marzo de 1920.
“Tengo la intención no disimulada de agotar la cuestión a fin de que se nos deje tranquilos de una vez por todas con los llamados de la droga. Mi punto de vista es netamente antisocial. No hay sino una razón para atacar el opio. Es la del peligro que su empleo puede hacer correr al conjunto de la sociedad. Ahora bien: ese peligro es falso. Nacimos podridos en el cuerpo y en el alma, somos congénitamente inadaptados; Suprimid el opio (…) No impediréis que existan almas destinadas al veneno que fuere, veneno de la morfina, veneno de la lectura, veneno del aislamiento, veneno del onanismo, veneno de los coitos repetidos, veneno de la debilidad arraigada en el alma, veneno del alcohol, veneno del tabaco, veneno de la anti-sociabilidad. Hay almas incurables y perdidas para el resto de la sociedad. Quitadles un recurso de locura e inventarán otros diez mil. Crearán medios mucho más sutiles, más furiosos, medios absolutamente desesperados (…) En tanto no hayamos llegado a suprimir ninguna de las causas de la desesperación humana no tendremos el derecho de intentar suprimir los medios por los cuales el hombre trata de desencostrarse de la desesperación. Pues ante todo se tendría que llegar a suprimir ese impulso natural y escondido, esa pendiente especiosa del hombre que lo inclina a encontrar un medio, que le da la idea de buscar un medio de salir de sus males”.
Texto extraído del artículo “Seguridad General-La Liquidación Del Opio ” (1925)
“Porque la Belleza, Fedro, tenlo muy presente, solo la Belleza es a la vez visible y divina, y por ello es también el camino de lo sensible, es, mi pequeño Fedro, el camino del artista hacia el espíritu. Pero ¿crees acaso, querido mío, que algún día pueda obtener la sabiduría y verdadera dignidad humana aquel que se dirija hacia lo espiritual a través de los sentidos? ¿O crees más bien (te dejo la libertad de decidirlo) que es éste un camino peligroso y agradable al mismo tiempo, una autentica vía de pecado y perdición que necesariamente lleva al descarrío? Porque has de saber que nosotros, los poetas, no podemos recorrer el camino hacia la Belleza sin que Eros se nos una y se erija en nuestro guía; sí, por más que a nuestro modo seamos héroes y guerreros virtuosos, en el fondo somos como las mujeres, pues lo que nos enaltece es la pasión, y nuestro deseo será siempre, forzosamente, amor: tal es nuestra satisfacción y nuestro oprobio. ¿Comprendes ahora por qué nosotros, los poetas, no podemos ser sabios ni dignos? ¿Comprendes por qué tenemos que extraviarnos necesariamente, y ser siempre disolutos, aventureros del sentimiento? La maestría de nuestro estilo es mentira e insensatez; nuestra gloria y honorabilidad, una farsa; la confianza de la multitud en nosotros, el colmo del ridículo, y el deseo de educar al pueblo y a la juventud a través del arte, una empresa temeraria que habría que prohibir. Pues ¿cómo podría ser educador alguien que posee una tendencia innata, natural e irreversible hacia el abismo? Quisiéramos negarlo y conquistar la dignidad, pero dondequiera que volvamos la mirada, nos sigue atrayendo. De ahí que renunciemos al conocimiento; pues el conocimiento, Fedro, carece de dignidad y de rigor: sabe, comprende, perdona, no tiene forma ni postura algunas, simpatiza con el abismo, es el abismo. Por eso lo rechazamos, pues, con decisión, y nuestros esfuerzos tendrán en adelante como único objetivo la Belleza, es decir la sencillez, la grandeza, un nuevo rigor, una segunda ingenuidad, y la forma. Pero la forma y la ingenuidad, Fedro, conducen a la embriaguez y al deseo, pueden inducir a un hombre noble a cometer las peores atrocidades en el ámbito sentimental -atrocidades que su propia seriedad, siempre hermosa, condena por infames-; llevan, también ellas, al abismo. A nosotros los poetas, digo, nos arrastran hacia él, dado que no podemos enaltecernos, sino solamente entregarnos al vicio. Y ahora, Fedro, he de marcharme. Tú, quédate aquí, y solo cuando ya no me veas, márchate también”.
Diálogo entre Sócrates y Fedro según Platón. Extraído de la novela “La Muerte En Venecia” (Thomas Mann, 1911)
Hallé su carta hace apenas unos días. Quiero darle las gracias por su gran afecto y confianza. Siento no poder hacer más; no puedo juzgar la forma de sus versos, porque la intención crítica está demasiado alejada de mí. No hay cosa más deficiente que tocar una obra de arte con palabras críticas: siempre van a surgir interpretaciones equívocas más o menos felices. Las cosas nunca son tan evidentes y claras como generalmente se pretende hacernos creer. La mayoría de los hechos no tienen explicación lógica; se cumplen en espacios en los que jamás entró una palabra; y lo más inexplicable de todo es una obra de arte, existencia misteriosa, cuya vida es eterna y opuesta a la nuestra, que se desvanece.
Después de esta advertencia, puedo añadir que sus poemas no Tienen una forma propia, pero si tienen un callado y escondido principio de personalidad. Con mucha claridad lo percibo en la última poesía: ‘Mi alma’. En ella, algo particular en usted quiere llegar a fundir palabra y música. Y en el hermoso poema ‘A Leopardi’ toma cuerpo una especie de cercanía con aquel grandioso solitario. Sin embargo, estos poemas, aún no se mantienen por si mismos; no tienen independencia; ni siquiera el último y el dedicado ‘A Leopardi’. La amable carta que acompañó sus poemas, me explica algunas deficiencias que encontré al leerlos, pero no puedo señalarlas.
Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Anteriormente le preguntó a otros. Los lleva a las revistas. Los coteja con otros, y se preocupa porque algunas reacciones los rechazan. Entonces (como usted me ha permitido aconsejarlo), le suplico que abandone eso. Usted mira hacia fuera y, es precisamente lo que no debe hacer ahora. Nadie puede aconsejarlo ni ayudarlo, nadie. Solamente existe una manera: entre en sí mismo. Descubra el fundamento que lo lleva a escribir; investigue si tiene raíces en el lugar más profundo de su corazón; reconozca si para usted sería necesaria la muerte en caso de ser privado de escribir. Esto ante todo: pregúntese en la hora más callada de la noche: ¿debo escribir? Busque en lo más profundo de sí mismo la respuesta. Y si esta es afirmativa, si enfrenta esta grave pregunta con un seguro y sencillo ‘debo’, siendo así, edifique su vida conforme a tal necesidad: su vida, aún en la hora más insignificante y pequeña, debe ser signo y testimonio de ese acto.
Entonces, trate de expresar como el hombre primigenio lo que ve y siente, lo que ama y pierde. No escriba poesías de amor; sobre todo apártese de las formas demasiado comunes y que se encuentran con facilidad: son las más difíciles, porque se necesita mucha madurez para aportar algo propio donde existen en cantidades buenas y, en parte, sobresalientes tradiciones. Por tal motivo, líbrese de los motivos generales y tome los que le ofrece su diario devenir. Muestre sus tristezas y deseos, los pensamientos que acuden a su muerte y su fe en algo bello; muestre todo eso con profunda sinceridad interior, serena, sumisa, y para expresarse, use los objetos de su entorno, imágenes de sus sueños y las cosas esenciales de sus recuerdos. Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe, cúlpese a usted mismo, reconozca que no es lo suficiente poeta para encontrar en ella sus riquezas. En los creadores no cabe la pobreza, ni los lugares pobres e indiferentes. Y aunque usted estuviera en una cárcel sin poder percibir los rumores del mundo exterior, ¿no tendría siempre su infancia, esa riqueza preciosa, grandiosa, fuente inagotable de recuerdos? Regrese a ella su mirada. Intente aflorar las brumosas sensaciones de tan inmenso pasado; se fortalecerá su personalidad, se acrecentará su soledad y se hará un lugar a la sombra, en el cual, el estrépito de los otros pasa de largo y lejano. Y si de ese regreso a lo interior, de ese adentrarse a su propio mundo brotan versos, no acuda a nadie para saber si sus versos son ‘buenos’. Tampoco intentará que las revistas literarias se interesen en sus trabajos, pues los verá como una preciosa propiedad natural, un pedazo y una voz de su vida. Una obra de arte es buena cuando surge de la necesidad de crearla. En esa naturaleza de origen está implícito el juicio: no hay otro. Por eso, mi querido señor, no podría darle otro consejo que este: penetrar en sí mismo y encontrar las cosas más profundas de su vida. Esa es la fuente en la cual usted encontrará la respuesta a su pregunta si debe crear; tómela como suene, sin explicaciones. Tal vez suceda que usted está llamado a ser artista. Si es así, acepte su destino y llévelo con su sufrimiento y su grandeza, sin preguntar jamás por la recompensa que hallará afuera. Pues el creador debe ser un mundo en sí mismo, encontrar todo en sí y en su propia naturaleza.
Tal vez después de esta comunión con su mundo interior y sus soledades, debe renunciar a ser poeta (sería suficiente, como he dicho, sentir que se puede vivir sin escribir, para definitivamente no hacerlo). De cualquier forma, tampoco habría sido en vano el recogimiento interior en que le insisto. En todo caso, partiendo de ahí, su vida encontrará sus propios caminos, y le deseo que sean dichosos, ricos y amplios, se los deseo mucho más de lo que soy capaz de expresar. ¿Qué más le diría? Creo haber realzado todo en su debida forma: para terminar, solo deseo aconsejarle que progrese en su evolución en forma sosegada y sincera: no podría sufrir un deterioro más desastroso, si mira hacia el mundo exterior y espera de él una respuesta, a preguntas que solamente podrá contestar desde su interior, acaso, en la hora más callada.
Fue para mí una alegría encontrar en su carta el nombre del profesor Horacek; conservo hacia ese bondadoso sabio, una profunda admiración y respeto que perdura en el tiempo. Si usted es tan amable, le encomiendo que le haga conocer mis sentimientos; es mucha bondad de su parte que aún me recuerde, y lo sé apreciar.
Ahora, le devuelvo los versos que me confió tan amistosamente. Agradezco de nuevo su cordialidad y confianza, de la cual, con esta sincera respuesta, dada en la mejor forma que sé, trato de hacerme un poco más digno de lo que en realidad soy, por mi condición de desconocido para usted.
Con fervor e interés.
Rainer Maria Rilke”
Fragmento del libro “Cartas A Un Joven Poeta” (1929)
“En la vida cotidiana de la mayoría de las personas el miedo desempeña un papel de mayor importancia que la esperanza; están preocupadas pensando más en lo que los otros les puedan quitar que en la alegría que pudieran crear en sus propias vidas y en las vidas de los que están en contacto con ellas.
No es así como hay que vivir. Aquellos cuyas vidas son provechosas para sus amigos o para ellos mismos, están inspirados por una esperanza y sostenidos por la alegría: ven en su imaginación las cosas como pudieran ser y el modo de realizarlas en el mundo. En sus relaciones particulares no se preocupan de encontrar el cariño o respeto de que son objeto: están ocupados en amar y respetar libremente, y la recompensa viene por sí, sin que ellos la busquen. En su trabajo no tienen la obsesión de los celos por sus rivales, sino que están preocupados con la cosa actual que tiene que hacer. No gastan en política tiempo ni pasión defendiendo los privilegios injustos de su clase o nación; tienen por finalidad hacer el mundo en general más alegre, menos cruel, menos llenos de conflictos entre doctrinas rivales y más lleno de seres humanos que se hayan desarrollado libres de la opresión que empequeñece y frustra.
(…) Si todos pudieran tener el coraje y la visión para vivir así, a pesar de los obstáculos y el desánimo, no habría necesidad de una reforma política y económica para empezar la regeneración del mundo: todo lo que hace falta a manera de reforma, vendría automáticamente, sin oposición, a causa de la regeneración de los individuos.
(…) El mundo que tenemos que buscar es un mundo en el cual el espíritu creador esté vivo, en el cual la vida sea una aventura llena de alegría y esperanza, basada más en el impulso de construir que en el deseo de guardar lo que poseamos y de apoderarnos de lo que poseen los demás. Tiene que ser un mundo en el cual el cariño pueda obrar libremente, el amor esté purgado del instinto de la dominación, la crueldad y la envidia hayan sido disipadas por la alegría y el desarrollo ilimitado de todos los instintos constructivos de vida que la llenen de delicias espirituales. Un mundo así es posible; espera solamente que los hombres quieran crearlo.
Mientras tanto, el mundo en el cual nosotros vivimos tiene otra finalidades. Pero éste desaparecerá, consumido en el fuego de sus ardientes pasiones, y de sus cenizas surgirá un nuevo mundo más joven, preñado de una nueva esperanza y con la luz de la alborada bullendo en sus ojos”.
Fragmento del libro “Los Caminos de la Libertad” (1930)
“Sea cual sea la causa que atribuimos a nuestras aflicciones, a menudo no es más que el interés y la vanidad”.
-“Es difícil decidir si un proceder claro, sincero y digno es efecto de la honradez o de la habilidad”.
-“Lo que parece generosidad a menudo no es más que una ambición disfrazada, que desdeña lo menor para aspirar a objetivos más grandes”.
-“No es una gran desdicha hacer favores a ingratos, pero es una insoportable deber favores a hombre indignos”.
-“Esa clemencia, de la que se hace virtud, a veces se practica por vanidad, otras por pereza, a menudo por miedo, y casi siempre por esas tres razones juntas”.
-“Admitimos nuestros defectos para reparar con nuestra sinceridad el daño que nos causan en la opinión ajena”.
“La bondad natural, que se jacta de ser tan sensible, a menudo queda sofocada por el menor de los intereses”.
-“Las pasiones más vehementes de vez en cuando nos conceden una tregua, pero la vanidad siempre nos agita”.
-“Con frecuencia el hombre cree estar conduciéndose a sí mismo cuando es conducido, y mientras con su mente tiende a una meta, su corazón le arrastra insensiblemente hacia otra”.
-“Lo que los hombres llaman amistad no es más que un pacto, un respeto recíproco de intereses y un intercambio de favores; en resumidas cuentas, una relación en la que el amor propio siempre se propone ganar algo”.
-“Casi todos nuestros defectos son más perdonables que los medios de que nos servimos para disimularlos”.
-“La mayoría de los jóvenes creen ser naturales, cuando no son más que descorteses y groseros”.
-“La confianza ayuda más a la conversación que el ingenio”.
-“Los que se dejan engañar por nosotros no nos parecen ni con mucho tan ridículos como nos parecemos nosotros mismos al dejarnos engañar por los demás”.
-“En la mayor parte de los hombres el amor a la justicia no es más que el miedo a sufrir la injusticia”.
-“Nada impide tanto el ser natural como el deseo de parecerlo”.
-“En los celos hay más amor propio que amor”.
-“A menudo nos sonrojaríamos por nuestras acciones más nobles si los demás conocieran todos los motivos que las han inspirado”.
-“Hay personas que nunca se hubiesen enamorado si jamás hubieran oído hablar del amor”.
-“Si resistimos a nuestra pasiones ello se debe más a su debilidad que a nuestra fuerza”.
-“El deseo de hablar de nosotros mismos y de mostrar nuestros defectos tal como queremos que los demás los vean representa una gran parte de nuestra sinceridad”.
-“Las únicas personas que nos parecen sensatas son las que opinan como nosotros”.
-“La elegancia es al cuerpo lo que la agudeza es a la mente”.
-“Aunque los hombres se jactan de sus grandes acciones, éstas no son a menudo la consecuencia de un propósito grandioso, sino consecuencia del azar”.
-“Elogiar de buena gana una acción noble, en cierto modo es casi participar en ella”.
-“Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás que finalmente nos disfrazamos para nosotros mismos”.
-“Es más difícil ser fiel a la amada cuando somos dichosos con ella que cuando nos trata con desvío”.
-“La gloria de los grandes hombres siempre ha de medirse por los medios de que se han servido para adquirirla”.
-“Los viejos gustan de dar buenos ejemplos para consolarse de no estar ya en condiciones de dar malos ejemplos”.
-“Rechazar elogios es un deseo de ser elogiado dos veces”.
-“A menudo se traiciona más por debilidad que por un propósito deliberado de traicionar”.
-“Las virtudes se pierden en el interés como los ríos en el mar”.
-“Los bienes y los males que nos acaecen no nos afectan según su magnitud, si no según nuestra debilidad”.
-“Poco ingenio con rectitud, a la larga aburre menos que mucho ingenio con malignidad”.
-“La persona juiciosa sabe que es preferible no competir que vencer”.
-“Es mucho más fácil sofocar un deseo que satisfacer todos los que le siguen”.
-“Por lo común, lo que nos impide mostrar el fondo de nuestro corazón a nuestros amigos, más que la desconfianza que podamos sentir por ellos, es la que sentimos por nosotros mismos”.
-“Hay falsedades disfrazadas que simulan tan bien la verdad que sería un error de juicio no dejarse engañar por ellas”.
-“Por mucho que nos elogien no conseguirán sorprendernos”.
-“Es imposible volver a amar por segunda vez lo que verdaderamente se dejó de amar”.
-“Nada más raro que la verdadera bondad; incluso quienes creen poseerla por lo común son tan solo complacientes o débiles”.
-“El verdadero hombre de mundo es aquél que no se jacta de nada”.
-“Quien vive sin locura no es tan cuerdo como cree”.
-“El valor completo consiste en hacer sin testigos lo que uno sería capaz de hacer ante todo el mundo”.
-“El atractivo de la novedad es al amor lo que la flor a los frutos: le da un lucimiento que enseguida se desvanece y que no vuelve jamás”.
De la obra “Máximas: Reflexiones o Sentencias y Máximas Morales”